Los peligros mentales que acechan tras hacer el doctorado

Un grupo que se siente potencialmente en riesgo

Soledad Abad
5 min readMay 25, 2018

Con motivo de mi primer proyecto individual decidí investigar en torno a una serie de titulares que, desde hacía un tiempo, se venían repitiendo.

La vanguardia, 13.08.17

“El nivel de esfuerzo, presión, dedicación y carga de trabajo que implica el título de ‘doctor’ puede suponer un riesgo mayor a la hora de padecer depresión”

Ante tales afirmaciones era difícil escapar de la tentación de saber más y decidí dirigir mi proyecto a evitar este riesgo. Lo primero que tuve que hacer fue valorar si realmente existía, para lo que me dirigí al público objetivo a través de encuestas y entrevistas, de cuyos resultados surge esta historia.

El proceso fue bastante en paralelo, pero me interesa primeramente introducir los datos cuantitativos, es decir, aquellos que pude extraer de las encuestas para luego indagar más profundamente en los cuantitativos, más subjetivos y personales, pero igual de interesantes para este proceso.

Los datos que ofrezco se basan en las respuestas recibidas a la encuesta que fue publicada y compartida el lunes 16 de abril.

A través de 10 sencillas preguntas se intentó establecer el panorama general de estos profesionales: en qué parte del desarrollo de la tesis se encontraban; cómo era la relación con los directores/as; si existían situaciones que provocaran estrés durante el proceso y cuáles eran los hábitos que encontraban más saludables a la hora de enfrentarse a la realización de un trabajo de esta embergadura.

Vamos a comenzar analizando la relación que se establece entre los doctorandos y doctorandas y sus directores o directoras de tesis. No es aleatorio comenzar con este dato. El contacto con la figura del director o la directora de tesis es fundamental en esta etapa. Es la persona que debe orientarte y ser consciente de tu evolución y dificultades a lo largo de este proceso y, sin embargo, el 30% de las personas que han participado de la encuesta no sienten que exista este apoyo, llegando incluso a responder que hace más de un año que no tienen una reunión con su director o directora, lo que es sorprendente —e incluso preocupante—.

A este dato hay que añadir la falta de formación específica que han recibido los doctorandos y doctorandas antes de enfrentarse al proceso de realizar su tesis pues, más allá de los títulos académicos que han superado para poder llegar hasta ese punto, no han acudido a ningún curso sobre cómo enfrentarse a una investigación de esta envergadura más del 70% de los entrevistados y, de entre quien los ha recibido, un 16% han tenido que buscarlos por medios propios pues no han sido facilitados por parte de su universidad.

Sin embargo, el dato más alarmante hace referencia al estrés al que está sometido este grupo. Un 93% de los encuestados afirman haberse enfrentado a situaciones estresantes durante el proceso, incluyendo el 23% que todavía no ha empezado y se está adentrando en esta formación. Por lo tanto, desde las fases iniciales, el realizar una tesis es un proceso que provoca situaciones de estrés, situaciones a las que un 15% de los encuestados reconoce no saber cómo afrontar y en las que reside uno de los riesgos en torno a su salud mental.

Pero, ¿cuáles son los motivos que provocan que se llegue a desembocar en esta situación? A través de nuestra investigación pudimos establecer tres factores fundamentales:

  • Presión por entregar resultados a tiempo.
  • Inseguridad.
  • Soledad.

La tesis es una investigación que se encuentra limitada en cuanto al tiempo de ejecución. La legislación actual estipula que ha de ser defendida en tres años desde el momento de la matriculación —aunque existe la posibilidad de solicitar una prórroga de un año – . A pesar de todo, el tiempo es insuficiente para llevar a cabo muchos de los estudios que se abarcan bajo esta denominación, algunos de ellos propuestos por los mismos departamentos, pues están ligados a las investigaciones que se están desarrollando en ellos.

Las cuestiones de inseguridad giran en torno a tres preocupaciones principales. Por un lado, hace referencia al propio proceso, en el que los estudiantes se encuentran con dificultades a las que no saben cómo enfrentarse. Por otro lado, se relaciona con la inestabilidad laboral pues, después de haberse enfrentado a este largo proceso hay pocas garantías de encontrar un trabajo relacionado con la materia estudiada y las opciones para acceder a una plaza como profesor universitario son muy limitadas. A esto hay que añadir, además, la falta de financiación y lo difícil que es hacerse con una beca que posibilite la actividad formativa del doctorando que, de no poder acceder a ellas, se ve obligado a compaginar su investigación con una jornada laboral que le permita mantenerse, pues estamos hablando de adultos que precisan de independencia económica, y que están contribuyendo con sus investigaciones al valor científico y cultural de nuestras universidades.

Sin embargo, el sentimiento de soledad que muchos de los encuestados referían fue el hecho que más me preocupó. El pasado curso casi 67.000 personas se matricularon en España de doctorado y, en la pequeña muestra a la que hemos tenido acceso, un 51% de los estudiantes asociaban sus episodios de estrés a ella.

La tesis es un largo camino al que es difícil verle el fin y que se hace imposible si no encuentras una mano amiga.

Mucha de esta tensión se libera con el enriquecimiento de las relaciones sociales fuera del ámbito de su estudio. El 85% de las respuestas coincidían en la importancia de establecer relaciones ajenas al ambiente de investigación. La familia y los amigos son vitales para liberarse de la tensión a la que se ven sometidos, pero no es suficiente.

El grupo de estudiantes de doctorado precisa de relaciones que también se encuentren pasando por este proceso pues, entre ellos, consiguen dar con las claves para hacer del mismo un camino más transitable. Se ayudan mutuamente al pasar por situaciones similares, además de poder compartir los resultados de sus investigaciones, lo que facilita el enriquecimiento de estos estudios.

A través de las entrevistas obtuve resultados muy similares, pudiendo destacar algunos extractos como:

Cuando me mencionan la tesis lo primero que pienso es estrés – estudiante matriculada en segundo año de tutela académica.

O:

Yo no he pasado por episodios críticos, pero sí tengo compañeros que han vivido circunstancias muy duras que les han llevado a caer en depresión —estudiante matriculada en tercer año de tutela académica.

A la atención de estos datos queda más que demostrado que, efectivamente, estamos ante una situación preocupante. Son muchos los doctorandos y doctorandas matriculados en nuestro país y, escuchando su testimonio, comprobamos que los titulares que nos preocupaban al principio de esta entrada han sido corroborados. Todo un reto al que enfrentarme en este primer proyecto individual del que pronto os mostraré los resultados.

¡Saluditos! =D

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Soledad Abad

Diseñadora de contenido y doctoranda en Teoría de la Literatura.